Da miedo el papel en blanco;
vértigo la pantalla vacía,
su rítmico parpadeo vascular,
su pausa taquicárdica.
Como sentir la prisa que habita en la espera
de la angustiosa eternidad de aeropuerto,
cuando la tarde se posa en los cristales
o se disuelve en las páginas de un libro,
o transita la suave parsimonia del atasco
que serpentea una tarde de regreso.
Como tener un verso entre las manos
y no poder escribirlo.
Pero hay también quien piensa
que ya todo estaba escrito
y que solo se trata de copiarlo.
En realidad solo se trata de gimnasia
que al espíritu hace flexible.
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