Dejad que el río siga,
como la vida, su curso;
que se desmonte sin prisa,
que en la curva dormida
entre placeres de siesta,
se adivinen las tardes
de los besos de entonces.
Dejad que el río siga
entre brillos de bronce;
que le lleve su calma
a la prisa del barco;
que termine en la playa
donde duermen las olas,
y que muera escuchando
los ruidos del puerto.
Dejad que el río siga
y que siga viviendo
en todas las miradas
que han sabido mirarlo.
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